
Hace mucho tenía ganas de comer estas tortitas, y hoy domingo aproveché el alivio a tanto calor que nos regaló la lluvia de la madrugada, para prender el horno. Una vez en el patio, en ronda de mate, con los edificios y árboles de la cuadra multiplicando el anaranjado del sol –como queriendo impedir su despedida-, me reencontré con el singular olor que combina la masa levada con la costra de azúcar negra. Pensaba, mientras la masa esponjosa, húmeda y a la vez liviana se iba deshaciendo en la boca, en los puentes de sensaciones que van tejiendo las recetas. Digo, puentes hacia atrás y hacia delante, porque las sensaciones se reencuentran, pero también buscan ser reencontradas en el mañana.
Esta masa lleva 30g de levadura, 40g de azúcar, 1 huevo, 1 cda de extracto de malta, 250cc de leche tibia, 500g de harina con una cdta de sal y 60g de manteca blanda. La masa se deja fermentar 2 veces, una vez formado el bollo y una vez que las tortitas están en la placa, acomodadas una en contacto con otra, así una vez horneadas se pegan entre ellas quedándoles la forma característica. La costra lleva azúcar negra con un poco de harina y azúcar. El horno va a temperatura moderada por 25 minutos.
Esta masa lleva 30g de levadura, 40g de azúcar, 1 huevo, 1 cda de extracto de malta, 250cc de leche tibia, 500g de harina con una cdta de sal y 60g de manteca blanda. La masa se deja fermentar 2 veces, una vez formado el bollo y una vez que las tortitas están en la placa, acomodadas una en contacto con otra, así una vez horneadas se pegan entre ellas quedándoles la forma característica. La costra lleva azúcar negra con un poco de harina y azúcar. El horno va a temperatura moderada por 25 minutos.





